martes, 4 de junio de 2013

Duelo por culpa del maestro shaolín

Parece mentira que de todos los temas que me queman la lengua y las manos, haya decidido revivir a este no-muerto que es el blog, con éste. me voy a saltar las justificaciones de mi desaparición aquí y empiezo directamente con las promesas (suspiro), si se diera el caso de la reapertura definitiva de este blog, volveré más y mejor con todos esos temas, puesto que opinar es de las pocas cosas que aún es gratis, y dejo la pista directa de cuáles podrían ser los campos a arar.

El caso, como siempre, es que ahora mismo, hay un tema que me vuelve obsesivamente a la cabeza una y otra vez. Quizá con intención de adaptarse a otro formato. Y es el duelo, en sus múltiples variantes. Todos hemos hecho un proceso de duelo alguna vez, pues no se trata de lo que te queda, o mejor aún de lo que no te queda, tras la muerte de un ser querido. El duelo es ese sentimiento que queda tras perder algo. Curiosamente ese vacío es, en realidad, un sentimiento. No sentir es sentir. No se trata de la ausencia de sentimiento aunque lo percibamos como tal. Si no la sustitución del abanico de sentimientos que conocemos y a los que podemos darles nombre por algo oscuro, aparentemente vacío que cubre el resto. ¿Como lo del bosque que no deja ver los árboles? Pues eso.


Ya saben, aquello de negación, ira, negociación, depresión y aceptación.Como de costumbre y como nos movemos entre las fangosas aguas de las teorías existen otras versiones de las etapas del proceso del duelo. Pero me quedo con éstas porque es la versión más extendida. El caso es que ante una serie de circunstancias pasamos por ese proceso. Cuando nos estancamos en alguna de las fases es cuando entraremos a hablar de un duelo patológico, o de un duelo crónico si el proceso se alarga en el tiempo. Si suenan mal es porque son malos. ¿Alguien me rebate alguna de éstas afirmaciones?

Quiero, me urge, hablar de duelo por otros motivos ajenos  a la dama de la guadaña. Solo ya daría para uno y mil artículos. Pero lo que me ronda obsesivamente la cabeza es que a lo largo de nuestra existencia nos encontramos con otro tipo de situaciones que requieren un proceso de duelo, aunque es muy posible que no seamos conscientes. Y ahora es cuando peligro con mezclar churras con merinas (son clases diferentes de ovejas, por si alguien lo preguntaba, aunque no me pregunten la razón por la que no hay que mezclarlas).



Sospecho que la entrada me quedará demasiado larga, por lo que voy a pasar por el primer tipo de duelo del que quería hablar de puntillas. Se trata del duelo tras la ruptura de una relación amorosa. Afortunadas las personas que no han estado jodidos después de que él o ella le dejaran. O incluso después de haber tenido que dejar a alguien. Pero a pesar de que me ronda la cabeza hablar de ello, no es tema de actualidad y me temo que el "hoy pronto es ayer" manda.

Así que os voy a hablar de otro tipo de duelo que no había considerado. Pero un suceso reciente ha hecho que le de vueltas sin parar, se trata de la noticia de la detención de un maestro shaolí bajo la acusación de presuntas (sólo esa palabra ya se merece una discusión entera, pero no "my point" hoy) agresiones y asesinatos. ¿Qué tiene que ver eso con un duelo? 


Por un lado, está la ley de los 6 grados, ésa que dice que todos estamos unidos a cualquier persona de cualquier parte del mundo con una diferencia máxima de 6 eslabones o conocidos entre nosotros. En este caso, puedo hablar de un solo grado de separación entre medias, no lo conozco personalmente. No voy a hablar de mi opinión personal sobre este individuo, vuelve a no ser el tema y tengo demasiado predisposición a irme por los cerros de Úbeda. Pero sí me parece importante la opinión y la relación que otros que lo conocían mejor y entre los que no existía ese eslabón de diferencia tenían. Muchos lo llamaban "maestro", o "sifu", y para ellos ha supuesto la asimilación de una serie de valores que han tomado como propios.Las enseñanzas de este hombre tenían su base no en una religión (el budismo) si no en una filosofía de vida. Basta con citar la integridad, el autocontrol o la perseverancia (entrenar hasta dominar algo), paz espiritual, como un par de ejemplos de lo que algunos concluyeron de sus enseñanzas. Era un hombre que predicaba esas cosas. Incluso de algunos que se alejaron del camino del que solo pensaban que se había convertido en un personaje pintoresco, o peor aún, que se había desviado de su camino y no era capaz de ver más allá de su ombligo. El caso es que aprendieron ésas cosas,  estaban integradas en su mensaje. Y al margen de la opinión personal que acabaron por desarrollar sobre él; ninguno de sus alumnos podía esperarse que un monstruo corropiera en tal medida los valores que les había enseñado y decía representar.

Puede que para muchos suene raro, sectario o difuso. Pero es... ¿cómo explicarlo?, ¿cómo reaccionas, qué piensas, cuando descubres que la persona que te ha inculcado los valores en los que cree no se rige por ellos? Es peor que un mentiroso.No solo se reacciona en contra del acto de esa persona, si no que nos lleva a extrapolarlo al cuestionamiento y a un posible rechazo de esos valores, de esas enseñanzas. Si él no es quien creía que era, ¿de qué sirve lo que me ha enseñado?, ¿qué valor tiene?

Ocurre también cuando se nos cae un ídolo del pedestal. El proceso es el mismo, aunque no suele llevar el agravante añadido de que conocemos personalmente a la persona que ha hecho que nos cuestionemos todo. Recuerdo mi priopia decepción, y su consiguiente redistribución de valores propios, al descubrir que Lance Armstrong (esa persona que había conseguido tantas metas después de haber superado un cáncer de testículo y todo lo que conlleva) se dopaba. hay quien sonríe cuando me ha oído decir que ese señor al que no conozco personalmente, me decepcionó, a mi, de forma personal. No lo entienden, como probablemente tampoco lo entenderán los que no hayan tenido contacto con el sifu. Resulta que son culpables indirectos de lo que nos está sucediendo.

Las consecuencias de descubrir algo así nos traen de nuevo al duelo. Pasamos por todo el proceso de negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Hemos perdido nuestros valores, nos los cuestionamos, nos los han arrancado. El psique, el alma, el corazón o el raciocinio pueden ser uno de tantos nombres que podemos darle a eso que somos pero que no es nuestro cuerpo. Sabemos que lo tenemos porque duele. Con un descubrimiento como éste, es como si nos hubieran quitado un trozo, volvemos a esa sensación de "nos falta algo". El problema es que también en este tipo de duelos podemos estancarnos en cualquiera de sus fases. 

Cuando pasamos un duelo siempre vamos a oir gilipolleces del tipo "de todo se aprende", "todo se supera" y demás. Personalmente no puedo con esos clichés y aquí insertaría toda una serie de despropósitos soeces sobre qué puede hacer la gente con sus frases de lastimero intento de apoyo, a veces de indiferencia, o de relativizar y quitar importancia a algo que evidentemente la tiene. Si te duele es que importa. Donde ya no me meto es en si se está haciendo una exteriorización normalizada del duelo.No pretendo dar falsas esperanzas, no pretendo quitarle hierro. Pero sí es cierto que todos los duelos suponen acontecimientos que marcan la experiencia vital. No tiene que ser para bien.

Me apetecía también escribir sobre las formas de superar el duelo, lo que es sano, pequeñas estrategias... No será hoy, aún me queda mucho que digerir y razonar sobre este tema. Pero sí que me gustaría aportar algo, hoy, a las personas que han pasado o están pasando por el replanteamiento de su tiempo, de sus valores, de sus creencias debido a este tema: Habéis creído que esos valores eran los que teníais que adaptar, creíais en ellos. No hay razón para no seguir haciéndolo. Si os habéis guíado y ajustado en base a ellos, ¿por qué iban a ser erróneos por el simple hecho de que aquel que os los hizo descubrir no es merecedor de vuestro aprecio o respeto? Que un individuo se haya desviado tanto, no quiere decir que no sean los correctos, los que habéis elegido.

Cierro mi chapa con una pequeña reflexión. Cuando he abierto el blog con intención de hablar sobre esto, me encuentro con que mi último artículo llevaba por título "¿fé en la humanidad?", planteándome si aún me quedaba de ésta. Si seguía creyendo, respecto a las personas, que son intrínsecamente buenas. Parece profético, porque vuelve a ocurrir que me lo cuestione, a otra escala. El suceso que me ha hecho volver a escribir no se merece justificación alguna, ni por mi parte, ni por la de nadie. Ni siquiera bajo el supuesto, aún no demostrado pero sí barajado, de que por medio estén los dichosos problemas mentales y los psicofármacos. No debemos justificar, puede que ni entender, este tipo de actos. Pues bien, extrañamente yo aún creo en la humanidad. Seguimos siendo capaces de horrorizarnos con esto. Sigue existiendo gente que reacciona ante una agresión. Porque es peligrosa la tendencia a hacer oídos sordos, simular estar en Babia o mirar hacia otro lado. Sobre todo cuando la víctima de la agresión es mujer, negra y prostituta. No sé si en ese orden, pero podría haber provocado que la persona que lo vió mirase para otro lado. Pero no lo hizo. Y eso hace que aún siga creyendo en la gente.

Por otra parte, y para acabar, citarme a mi misma. No es cuestión de ego. Es que se ha vuelto a encender, también en mi, aquello de que "las cosas malas suceden, pero no aquí, no a mí".