miércoles, 29 de febrero de 2012

Fantasmas

Una mansión llena de almas que tienen una historia que contar, pero probablemente pocas lo harán. Muertos en vida. Algunos pululan, otros simplemente están quietos.
En el aire se respira el tic tac del reloj, cuando la arena, ya mojada, está a punto de acabarse.

No es más que un hospital. Pero una planta peculiar, cuidados paliativos. Casi todos los que están allí saben que no van a salir. Y sin embargo, pequeños detalles, les alegran el día.
Como que el compañero de habitación sea un simpático vejete con ganas de hablar y de contar su vida. Incluso alegra a los familiares, que lo ven como una lucecita para su enfermo. No de esperanza, pero sí de compañía.

¿Cómo hacer frente a una planta llena de fantasmas?

martes, 21 de febrero de 2012

Querido Gottfried Achenwall o sobre la estadística

Querido Gottfried Achenwall:

No sabía quién eras ni cómo te llamabas, pero sabía desde hace tiempo que no confío en tí. Inventaste y usaste por primera vez la palabra alemana Statistik y solo por ello mereces no ocupar un lugar demasiado privilegiado en mis afectos. Tú hablabas de datos del Estado, lo que evidentemente no engloba todo lo que entendemos hoy por estadística.
A ver si te lo explico bien. No me molesta la estadística en general, aunque hacer malabarismos con números no sea lo mío. Pero me divierte. No. Mi problema es personal. Y te lo voy a explicar.

Me parece que la estadística es la ciencia más mentirosa que conozco. Porque nos lo creemos solo porque nos lo dice la estadística. Y la estadística es algo en lo que la subjetividad también tiene su sitio. A ver si me explico. Claro que los datos obtenidos por ella son reales. Pero claro, para obtener esos datos, hemos tenido que elegir de dónde los obtenemos. Y elegir supone descartar a su vez (lo que no se elige). Por ende, ya nos encontramos con algo que puede no ser como se pinta. Y luego, claro, está el Problema. El de las mayúsculas. Se trata de la interpretación. Porque le podemos dar casi la interpretación que queramos. Podemos aprovechar tu estadística para nuestro uso y gozo particular, para nuestro propio beneficio. "Te vas a creer esto porque te lo explico con numeritos".

En las cosas de la salud (y hablo de las ciencias que se dedican a ello) existen enfermos, no enfermedades. Oí la frase ayer, y no puedo estar más de acuerdo. Y es que aquí estadística se traduce por experiencia y parece que muchos de aquellos que te siguen no lo comprenden. No es lo mismo esa estadística empírica que una analítica o teórica. ¿Puede saber más un profano de la materia (vuelvo a hablar de salud) solo por manejar mejor la estadística que un profesional que lleva ejerciendo años (y que particularmente aborrece la estadística como tal)? No creo.

Así que estadística sí, pero con moderación.

Atentamente,
Ainize

martes, 7 de febrero de 2012

Sobre la soledad


Soledad, maldita palabra. La tememos. Nos encojemos ante ella. Y es que es, en definitiva, es uno de los miedos más terribles de la humanidad.

La soledad, que con sus muchas caras puede estar presente. Soledad de estar solo, soledad de quien está rodeado de gente, soledad de quien busca alguien con quien compartir su vida, soledad de quien no tiene a nadie... Tener a alguien a quien echas de menos es soledad, de la misma forma que lo es no tener a nadie a quien echar de menos. Sentirse solo es el abrigo más pesado que puedas echarte encima. Porque soledad no es lo mismo que estar solo. O mejor dicho, soledad no es lo mismo que estar con un@ mism@. Porque soledad supone sentirse solo. Eso es lo que nos da miedo.

Pero ocurre que la soledad no solo es miedo. Con los mayores se convierte también en un problema. Te enfrentas a la muerte y afrontarlo solo es terrible. Alguien a tu lado, que te coja de la mano, que te llore, que te recuerde. Saber que no estás solo. Porque la soledad puede combatirse sabiendo que a alguien le importas lo suficiente. Últimamente nada me ha conmovido más que un viejecillo pidiendo que no se marchara la persona que le acompañaba, que no quería quedarse solo. Pero él tenía acompañante, más de uno en realidad; alguien que velaba por él. Y eso no siempre pasa.

La soledad es dura. Soledad, maldita palabra.

lunes, 6 de febrero de 2012

Sobre la dignidad humana

Me he enfrentado a muchos conceptos. Incluido el de la muerte, uno de los más difíciles de soportar. Pero he descubierto que hay otros que me aterran más. La soledad, pero sobre eso ya me plantearé si escribo o no. Y sobre todo, la pérdida de la dignidad humana. La he visto de cerca, y me asusta mucho. Me ha afectado especialmente.

¿En qué consiste la dignidad humana? ¿Es exagerado afirmar que es lo que nos define? Somos personas en base a nuestra dignidad. Y si la perdemos, ¿cómo le hacemos frente? ¿Y cómo hacer frente a la responsabilidad de provocar cierta pérdida de dignidad humana?
Es una escala y hay muchas circunstancias.
En el ámbito de la salud se da muy a menudo. Porque ya de base, un paciente es un enfermo, lo que supone que es dependiente. Bueno, a priori, aunque se relativiza esa dignidad, puede no haber mayor problema. Pero en casos extremos sí ocurre esa pérdida casi total de dignidad humana. Ocurre, que la mayoría de las veces va acompañada de una relativización o incluso pérdida de la conciencia de uno mismo. Vamos, que la persona enferma no es del todo consciente de esa pérdida. Y eso es mejor, que no lo sepan. Porque soportarlo tiene que rayar lo imposible. Porque si observarlo, estar presente, ya es algo degradante (pero no hacia el cuidador), sufrirlo tiene que serlo aún más.

No sé, no me veo ahora capaz de escribir más ni en más profundidad. Tampoco he encontrado ninguna foto que retrate este concepto.