Me encuentro en la maldita
necesidad de tener que reabrir este blog porque u opino o exploto. Por lo que veo, me pasa de tanto en tanto.
Y mi primera
puñetera reflexión (mi enésima primera) va a venir precisamente a raíz de opinar. Opiniones hay como
culos, todo el mundo tiene una. Es más, soy una firme defensora de que todo el
mundo tiene derecho a opinar. Pero y aquí vienen los grandes quides de la
cuestión:
Opinar no es lo mismo que difundir
un mensaje de odio. El odio no es una opinión, es una visceralidad.
No todas las opiniones tienen el
mismo peso: por diferentes razones hay opiniones con más peso que otras, bien
porque se ha leído sobre una materia, bien porque se ha estudiado cierto tema…
tienen y deben tener mayor peso que la opinión acodada sobre la barra de un
bar.
Y por último, tengo que añadir
una reflexión a nivel personal. Y es que existen ciertas profesiones (como
puede ser mi caso, soy enfermera y seré sexóloga) en las que asumimos una carga
educativa. ¿Tengo que gastar mi tiempo y mi esfuerzo en educar fuera de mi
trabajo? Es una opinión personal, pero cuando va ligado a fuertes valores o al
bienestar humano, pues quizá sí, aunque conlleve cierto “burn out”. Pero no
podemos dejar que el mundo se pudra.
También añadir que no se puede tomar como opinión algo sobre un hecho empírico, como la gente que opina que la tierra es plana,voy hoy en día pasa mucho eso
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. Eso sí, no olvidar que la ciencia evoluciona y lo que hoy se cree que es tal que así, puede que mañana no lo sea. Eso sí, la ciencia para atrás no va
Eliminar