Recuerdo haber leído algunos textos interesantes del Subcomandante Marcos en la universidad. Recuerdo haber leído algunos cuentos del Subcomandante Marcos algunos de los días que he llegado a ellos por casualidad. Pero sobre todo ahora mismo recuerdo una entrevista de J.Quintero cuando tenía aquel programa de televisión El loco de la colina, al Subcomandante Marcos. Su voz era como sus palabras escritas suaves, pausadas. En algún momento hasta tiernas. Pero lo que recuerdo ahora es cómo le preguntó Quintero cuál era el peor insulto que le habían dedicado. Su respuesta fue rápida y a mi me sorprendió. Contestó que lo peor que le podían llamar era "sex symbol".
Es posible que el Subcomandante tuviera en mente esa legión de carnes de muy buen ver a los que más de una y uno les daría un lametón. Hay profesionales de su campo que por su físico optan a ser esas estrellas rutilantes con que adornan sus noches personas de todos los sexos posibles. Incluso ellos acaban funcionando de vez en cuando como imaginería de juegos y jugadores. Y por otro lado, están esas carnes animadas sin más mérito que su cara bonita. Y otras cosas mucho más carnales.
Todo ese paisaje de astros y estrellas ya lo conocía, nunca le había prestado demasiada atención. Pero hoy me preocupa esas carnes tiernas que no superan la ¿veintena? Más jóvenes que yo. Jóvenes. Demasiado jóvenes. Quinceañeras que adornan sus corchos con fotos de efebos. Chicos que mientras miran jovencitas exuberantes tienen la otra mano ocupada. Famosos cuerpazos de escándalo o caras adorables que aún ni siquiera han vivido su primer amor. O cuerpazos de escándalo o caras adorables que ya han vivido y degustado todo lo que cualquier otro ser humano hubiera hecho en esta vida o en la otra, a los que ya no les queda casi nada por probar.
Tan jóvenes y ya son iconos sexuales. Creo que hay algo profundamente erróneo en este concepto, aunque no sé muy bien explicar qué puede ser.
No he sido de las de llevar una carpeta en el regazo toda pegoteada de fotos del guapo del momento, pero conozco habitaciones empapeladas de rubios y desde luego no por mi mano. Creo que en realidad empieza como un hobby inocente, como la colección de cromos de los dibujos animados. Pero pronto empieza a convertirse en otra cosa.
Todo esto también me hace preguntarme otra cosa, si nos dieran la oportunidad, ¿querríamos ser un icono sexual?