Después de darle muchas vueltas tengo claro que no se trata más que de un punto de vista, y uno occidentalizado, además. La ternura, conmoverse, por los niños es básicamente genético. La defensa natural de las crías. Pero, ¿y lo que sentimos hacia nuestros viejitos? Está claro que hoy en día son los dos grupos ante los que nos encontramos más sensibilizados. Basta echarle un vistazo a la película "Up", o mejor aún, basta echarle un vistazo a la gran mayoría que esté viendo "Up". Los primeros minutos de la película provocan más de una lágrimilla, y más de dos, siempre y cuando seas capaz de empatizar. Pero esto no es del todo natural. Siguiendo la biología, la evolución, que no se basa en otra cosa que en la supervivencia de la especie (y por tanto la ley del más fuerte); los ancianos y los enfermos son individuos que ponen en peligro la comunidad, son una carga. Y como tal, en muchas culturas, era responsabilidad del individuo ser consciente de cuándo estorbaba, recogerse e ir a morir al sitio sagrado de turno (que puede ser una montaña, un desierto o lo que sea).

No sé en qué momento ha cambiado esto en Occidente, pero sí está claro que lo ha hecho. Los viejillos nos inspiran ternura, nos conmueven, son nuestros mayores. Y ya sea porque me han enseñado ese sentimiento o porque yo lo he aprendido; pero el caso es que después de que habláramos por primera vez de las demencias en clase, llegué a mi casa un poco triste. No tengo ningún caso de demencias en mi círculo cercano, pero empatizo. El Alzheimer es sin duda la más conocida, pero hay unas cuantas más. Es triste. Lo que todas las demencias tienen en común y quizá lo más triste de soportar, es la deshumanización. Porque eso entronca con otro de los miedos de los humanos. Dejar de ser quienes somos.
Con una demencia nos convertimos en otra cosa. Dejamos atrás lo que fuimos, ya no somo esa persona. Para nosotros la idea es terrible. Es comunmente aceptado que todos pedimos llegar a viejecitos manteniendo la cabeza lúcida, y el resto de cosas... pues ya se verá. Pero la cabeza lúcida, por favor. Nos destroza ver como progresivamente se van degenerando. Y nos afecta mucho, siempre al margen de lo que tengamos que sacrificar para cuidarlos, que habitualmente en un caso de estos tiene que ser mucho. Es casi una regresión, incluso cuando no sufren estas demencias. Se dice que a los viejecillos (mi abuela dice que mayores, porque viejos son los trapos) se les acentúan las manías, que son como niños grandes. Y con una demencia, en la práctica lo son. Se vuelven completamente dependientes. Aún más vulnerables. ¿No se desgarra algo, aunque sea un poquito, al pensarlo?
Y ellos en realidad, muchas veces lo saben. Las demencias dan cierta cancha. Aunque es mucho más probable que esa cancha en realidad sea un pequeño infierno. Ser consciente de que te pasa algo, de que va a peor... Lo que eso supone es que en la práctica, los ancianos suponen el segundo grupo de la población con el índice de suicidios más alto. El suicidio, que es tabú, y pecado para muchas religiones. Porque atenta contra la vida. Por... bueno, aquí también sería entrar a debatir sobre re,ligiones, misticimos y otras posturas anta la vida. Lo que es innegable, es que es duro. Muchas veces los suicidios de los ancianso se disfrazan, se disimulan. Por la familia y porque se prefiere pensar que han sido accidentes. Y realmente no queremos pensar en ello.
Aún podría hablar de algunas otras cosillas, ya que ha sido un motivo de lectura reciente; aún sin profundizar y sin entrar en temas exclusivamente sanitarios, porque como acabamos de ver nos tocan la patata y eso supera el ámbito médico.