martes, 29 de noviembre de 2011

Dejar de ser

Tenía pendiente hablar del tema que posiblemente más me ha "tocado" desde que empezamos las clases. Presentamos ya el tema, por lo que le he dado alguna vuelta más que cuando pensé en escribir esto. Quizá, lo primero es definir "tocado". Dadas mis clases pueden significar muchas cosas, pero esta vez se limita a conmover.

Después de darle muchas vueltas tengo claro que no se trata más que de un punto de vista, y uno occidentalizado, además. La ternura, conmoverse, por los niños es básicamente genético. La defensa natural de las crías. Pero, ¿y lo que sentimos hacia nuestros viejitos? Está claro que hoy en día son los dos grupos ante los que nos encontramos más sensibilizados. Basta echarle un vistazo a la película "Up", o mejor aún, basta echarle un vistazo a la gran mayoría que esté viendo "Up". Los primeros minutos de la película provocan más de una lágrimilla, y más de dos, siempre y cuando seas capaz de empatizar. Pero esto no es del todo natural. Siguiendo la biología, la evolución, que no se basa en otra cosa que en la supervivencia de la especie (y por tanto la ley del más fuerte); los ancianos y los enfermos son individuos que ponen en peligro la comunidad, son una carga. Y como tal, en muchas culturas, era responsabilidad del individuo ser consciente de cuándo estorbaba, recogerse e ir a morir al sitio sagrado de turno (que puede ser una montaña, un desierto o lo que sea).

No sé en qué momento ha cambiado esto en Occidente, pero sí está claro que lo ha hecho. Los viejillos nos inspiran ternura, nos conmueven, son nuestros mayores. Y ya sea porque me han enseñado ese sentimiento o porque yo lo he aprendido; pero el caso es que después de que habláramos por primera vez de las demencias en clase, llegué a mi casa un poco triste. No tengo ningún caso de demencias en mi círculo cercano, pero empatizo. El Alzheimer es sin duda la más conocida, pero hay unas cuantas más. Es triste. Lo que todas las demencias tienen en común y quizá lo más triste de soportar, es la deshumanización. Porque eso entronca con otro de los miedos de los humanos. Dejar de ser quienes somos.

Con una demencia nos convertimos en otra cosa. Dejamos atrás lo que fuimos, ya no somo esa persona. Para nosotros la idea es terrible. Es comunmente aceptado que todos pedimos llegar a viejecitos manteniendo la cabeza lúcida, y el resto de cosas... pues ya se verá. Pero la cabeza lúcida, por favor. Nos destroza ver como progresivamente se van degenerando. Y nos afecta mucho, siempre al margen de lo que tengamos que sacrificar para cuidarlos, que habitualmente en un caso de estos tiene que ser mucho. Es casi una regresión, incluso cuando no sufren estas demencias. Se dice que a los viejecillos (mi abuela dice que mayores, porque viejos son los trapos) se les acentúan las manías, que son como niños grandes. Y con una demencia, en la práctica lo son. Se vuelven completamente dependientes. Aún más vulnerables. ¿No se desgarra algo, aunque sea un poquito, al pensarlo?

Y ellos en realidad, muchas veces lo saben. Las demencias dan cierta cancha. Aunque es mucho más probable que esa cancha en realidad sea un pequeño infierno. Ser consciente de que te pasa algo, de que va a peor... Lo que eso supone es que en la práctica, los ancianos suponen el segundo grupo de la población con el índice de suicidios más alto. El suicidio, que es tabú, y pecado para muchas religiones. Porque atenta contra la vida. Por... bueno, aquí también sería entrar a debatir sobre re,ligiones, misticimos y otras posturas anta la vida. Lo que es innegable, es que es duro. Muchas veces los suicidios de los ancianso se disfrazan, se disimulan. Por la familia y porque se prefiere pensar que han sido accidentes. Y realmente no queremos pensar en ello.

Aún podría hablar de algunas otras cosillas, ya que ha sido un motivo de lectura reciente; aún sin profundizar y sin entrar en temas exclusivamente sanitarios, porque como acabamos de ver nos tocan la patata y eso supera el ámbito médico.

4 comentarios:

  1. Supongo que desde un punto de vista pragmático también se podría ver un punto instintivamente egoísta en esta empatía por la ancianidad (usaría la plabra gerontofilia, pero sería imposible despojarla de ciertas connotaciones), y es que al fin y al cabo, todos sabemos que algún día acabaremos siendo ancianos. Por tanto, educar en el respeto a la vejez es una inversión.

    Y ojo, que aquí "egoísta" no significa "malo", sino que al igual que ya pasa con muchas costumbres socialmente aceptadas e indiscutidas, muchas tienen como explicación la inversión egoísta. A fin de cuentas, somos animalillos sociales, y como tales nos comportamos.

    ResponderEliminar
  2. Que somos animalillos sociales (algunos se quedan simplemente en animales) es obvio. E indiscutible, además. De hecho, gran parte del análisis de algunas de estas enfermedades parte de ahí. Y estoy de acuerdo, parte de ese interés por que los ancianos estén bien se basa en que algún día esperas ser uno.
    Pero creo que interés práctico (coincido en que no tiene porqué ser malo) no es exactamente lo mismo que el que te toquen la patata. Lo primero como bien dices, es una inversión. Pero como tal la puedes controlar, es algo pragmático. Un sentimiento no lo es, y escapa a ese control. Creo que ahí mi diferencia.

    Probablemente esa capacidad de dar pena que ha desarrollado la sociedad por los ancianos tenga esa base. Pero supongo, que algo ha trascendido más allá, hasta trasformarse no solo en un deseo futurista, si no en la ternura que se les pueda tener actualmente.

    Por otra parte, lo que en el artículo he olvidado comentar es que de todas formas, no podemos olvidar que esos viejecillos alguna vez han tenido un pasado. Y aunque nos parezcan vulnerables, no todos ellos fueron grandes personas, entre ellos hay grandes hijosdesumadre esféricos. Que es algo que también hay que tener en cuenta en la ecuación.

    ResponderEliminar
  3. Y una duda que no he podido saciar en Google en los ratos libres de curro... ¿Cuál es el colectivo con mayor índice de suicidios?

    ResponderEliminar
  4. Adolescentes. (O es lo que nos han dicho, ya que normalmente los cambios brutales en la vida coinciden con los cambios corporales: de niño a adulto y de adulto a viejo)

    ResponderEliminar