Creí que este blog lo estaba dejando morir, que ya no sentía la necesidad de teclear. Pero me han hinchado las santas narices y mis dedos vuelven a volar. Porque he tenido el "placer de disfrutar" (cómo adoro el entrecomillado) de la compañía de un grupo de señores, cuando señores más que de edad es una definición de sexo. Y tanto maduración como consideración sexual han acabado por hacer que mi imaginaria vena cojonera, ésa que sobresale en el cuello cuando te tocan muchos los trigéminos, alcance proporciones desmesuradas.
Ocurre que muchos de los santos varones están en edad núbil y sin compromiso. Ocurre que muchos de ellos tienen mi hombro para llorar o para arrimarlo si les hace falta. Pero lo que no va a ocurrir es que tenga que aguantar segundo tras segundo comentarios sobre los aspectos anatómicos de cualquier chica en edad de merecer que pase. Rodeada de señores, sigo el juego a una cantidad aceptable de comentarios obscenos. Refunfuño un poco y es parte del juego. Pero los señores, como buen animal de manada, se juntan y entonces son más fuertes. Yo diría que insoportables.
Y he aquí que mi medidor de paciencia que nunca ha sido excesivo empieza a despertar a la pequeña feminazi que llevo conmigo. Pensé que nunca más se hastiaría, pero me acaban de demostrar que no. Aborrezco los extremos y no me siento identificada con ellos, yo misma me he reído muchas veces de algunos tópicos, incluidos algunos que se han usado como bandera. Mi petición ahora mismo solo es una, respeto. Pero ocurre que los múltiples, y por múltiples me refiero a muchos, y con muchos a demasiados; suponen para mi un cansancio bastante grande. Soy una amiga, pero no un colega. No tengo la necesidad de saber cómo le gustan los pechos a alguien y que me señale cada uno de los que le gustan, porque son todos o casi, muchos rozando lo que es moralmente aceptable. No tengo porqué soportar intentar tener una conversación y tener que repetir las mismas 3 líneas varias veces porque los señores desconectan y se giran sin ningún tipo de disimulo ante cualquier mujer que se cruce para que todo lo que extraigan de la conversación es "me la follaba". Olvidan que tengo ciertas sensibilidades y que es de sentido común usar algo llamado tacto. Si es que lo dice la mismísima teoría de la comunicación. Ante receptores diferentes, variamos el discurso. O deberíamos. Y sinceramente, una parte importante de las actuaciones que he podido observar me han parecido de vergüenza ajena.
Pero ahora empieza lo que de verdad me ofende. Y es que no se trata de un hembrismo salvaje aullando por la supremacía de la mujer. Lo que pude observar ayer es que unos por miedo a establecer lazos y otros por miedo a no hacerlo, tratan al género femenino como si fuera eso, género. El de comprar, usar y tirar. Es como ir a la carnicería y babear por las piezas expuestas en el mostrador, listas para que cualquiera las compre. Objetos que no tienen más importancia que la de tener un agujero vaginal. Y es que tanto lo uno como lo otro derivan de un pánico atroz a sentirse vulnerables. Y digo, no es hembrismo. Es que creo en el ser humano. Aunque empieza a no convencerme el tiempo verbal. Diré que quiero creer en el ser humano, en el valor que tiene cada persona. Me interesan las personas como individuos racionales y todo eso. El eterno debate sobre la esencia humana. Pero si el mismo ser humano desprecia y objetiza a los que declara iguales a él, ¿cómo demonios voy a seguir intentando creer en las personas?